lunes, 15 de abril de 2013

¿Otra guerra cambiaria a la vista?

"¿Otra guerra cambiaria a la vista?", La Voz de Galicia, Mercados, 14-IV-2013.
A ORILLAS DE LA CIFRA
Xosé Carlos Arias

     ¿Otra guerra cambiaria a la vista?

En una columna publicada hace cuatro meses (“Políticas monetarias: ¿hacia una nueva agenda?”, Mercados, 9-XII-2012) intenté mostrar cómo el debate acerca de la política monetaria se estaba agitando, tanto en los ámbientes académicos como en os de la decisión política, abriéndose a una serie de cambios hasta ese momento impensables. Pues bien, una buena parte de esos cambios ya están aquí: en este momento a nadie parece extrañar ya demasiado que banqueros centrales o responsables de organismos internacionales hablen con cierta naturalidad de que las estrategias monetarias han de ir mucho más allá del objetivo de la inflación en un 2 %: que han de integrar control de liquidez y regulación prudencial; o incluso que aborden asuntos tabú hasta hace muy poco, como  la conveniencia de reintroducir controles de capital, o de limitar en algún sentido los estatutos de independencia de los propios bancos emisores.

Pero sobre todo lo que se ha convertido en una realidad visible es el hiperactivismo –por tierra, mar y aire- de la mayoría de los bancos centrales para intentar reanimar sus economías. El Banco de Japón, sobre todo, pero también el de Inglaterra y la Reserva Federal tienen en este momento en marcha estrategias monetarias ultraexpansivas, usando instrumentos considerados hasta hace poco como muy heterodoxos.  No hablaré ahora de si esas políticas son o no acertadas en un sentido general, sino de una implicación suya muy concreta y preocupante: puesto que la abundancia de medios de pago en esas economías va a impulsar una depreciación de sus tipos de cambio, ¿cabe temer que de ahí surja una guerra cambiaria, a través de depreciaciones competitivas, que acabe por abatir el comercio internacional?.

Las espirales proteccionistas –características de las épocas de crisis, y que durante esta Gran recesión afortunadamente por el momento se han conseguido evitar- las carga el diablo, y pueden proceder de dos vías: del alza no negociada de las tarifas y otras formas de protección comercial, y de la presión bajista sobre el propio tipo de cambio para ganar competitividad.  Lo que el conocimiento de la historia demuestra –por ejemplo, la de los años treinta- es que la primera es siempre letal, pues intentar escapar de la crisis gravando al vecino acaba por ser perjudicial para todos; pero es mucho menos claro para el caso del tipo de cambio: de hecho, en los treinta el abandono general del Patrón oro acabó por surtir efectos positivos para el conjunto. Por cierto, a estos asuntos acaba de dedicar el presidente de la FED, Ben Bernanke una de sus últimas conferencias, celebrada en la London School  a finales de marzo pasado.

La cuestión central aquí es si el efecto positivo que sobre el conjunto de la economía y el comercio mundial traerán consigo políticas expansivas que reactivarán la demanda de países muy poderosos, podría ser contrarrestada por la merma en la capacidad competitiva –debido a la presión sobre los precios relativos- de aquellos países que queden al margen de esas políticas. No es posible dar una respuesta general, pero sí cabe señalar que aparece aquí un nuevo y singular elemento de incertidumbre para la eurozona: el hecho de ser la única área monetaria del mundo desarrollado al margen del fuerte activismo monetario, puede presionar al euro en una carrera al alza que lastre seriamente las exportaciones de nuestros países. De donde surge una interesante pregunta: puesto que Alemania y algunos de sus satélites, como Holanda, dependen fuertemente de su capacidad exportadora, ¿no estará llegando el momento en que impongan un cambio de rumbo a la política del BCE?. Veremos.