lunes, 11 de marzo de 2013

"Tulipanes de amargo aroma"

"Tulipanes de amargo aroma", La Voz de Galicia, Mercados, 10-3-2013
A ORILLAS DE LA CIFRA

Xosé Carlos Arias

               Tulipanes de amargo aroma

“Manías, pánicos y cracs” (Ariel) es uno de los mejores libros del gran historiador de las finanzas Charles Kindleberger. En sus páginas se explica del modo más convincente que lo que caracteriza la evolución de los mercados financieros desde hace siglos es su comportamiento cíclico: con fases más o menos largas, más o menos agudas, según los casos, en esos mercados se repite una historia de subidas y bajadas, de momentos de euforia a los que inevitablemente siguen pánicos y depresiones. Es decir,  formas de actuar en muchos casos extremas y patológicas.

No es raro que, desde 2008, ese libro esté entre los más frecuentados por todos aquellos que quieren entender las claves de la cadena de desgracias económicas y sociales que se nos han venido encima. Mejor nos hubiera ido si se le hubiera prestado la misma atención antes de la explosión de la crisis (la edición original es de 1989). Pero por entonces no muchos demostraban interés por ese tipo de lecturas. En otro libro importante, publicado este en 2009, “Esta vez es distinto” (Fondo de Cultura), Carmen Reinhart y Ken Rogoff desarrollaron los argumentos de Kindleberger, dotándolos de un impresionante soporte estadístico.  El título de esta última obra es particularmente afortunado, pues hace referencia a algo que es característico de las fases de euforia, cuando las burbujas están en pleno proceso de formación:  sí, es cierto que en el pasado hubo excesos de especulación que acabaron en grandes colapsos, pero…. ahora es diferente. Cuando eso se dice –y se dice siempre- es que se están preparando las condiciones para la siguiente tormenta perfecta.

Han pasado ya cinco años de la explosión de la gran burbuja, pero no sobra recordar que durante las dos décadas anteriores se fue consolidando una de las mayores contradicciones de la historia del capitalismo: el mayor grado de desarrollo de las finanzas que haya conocido la humanidad se dio al mismo tiempo que se consolidaba la idea de que aquella expansión no tendría fin: que ya habíamos alcanzado al fin un estadio de estabilidad y racionalidad generalizadas que hacía impensable que sobreviniera una crisis: esta vez parecía –siempre parece- que era distinto.  La consecuencia fue que se imaginara como perfectamente razonable que los mercados financieros avanzaran lo más lejos posible de controles y regulaciones públicas, los cuales tan sólo veinte años antes parecían inexcusables. Recuérdese que por entonces casi nadie osaba rebatir las opiniones del principal portavoz de esa mentalidad, el presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan,

El gran poeta polaco Zbigniew Herbert dedicó hace años un hermoso ensayo –“Tulipanes de amargo aroma”- a uno de los episodios de locura financiera  estudiados también por Kindleberger: la tulipmania (especulación masiva desatada sobre el comercio de tulipanes), desarrollada en Holanda en el siglo XVII. Se cuenta allí cómo un pueblo muy sensato y avanzado para la Europa de esa época se dejó llevar por tal deriva, y cómo se sucedieron “un largo y desesperado asalto de las multitudes a la fortuna, y un pánico salvaje y repentino”.  Nada nuevo por tanto bajo el sol. Y menos que nada la conclusión más clara que cabe extraer de todo ello: que a las finanzas hay que tenerlas bien amarradas, porque de no hacerlo, la cosa acaba siempre en tragedia.