lunes, 25 de marzo de 2013

"Un relato coherente"

"Un relato coherente", La Voz de Galicia, Mercados, 24-3-2013.
A ORILLAS DE LA CIFRA

Xosé Carlos Arias

    Un relato coherente

Poco a poco se va conformando un flujo de análisis rigurosos sobre lo que desde hace un interminable lustro nos está pasando. En particular, las políticas aplicadas en Europa a partir de la primavera de 2010 van quedando ya desentrañadas. Y el juicio es sumarísimo: han sido políticas en gran medida equivocadas, que crearon más y más graves problemas de los que resolvieron. Hace unos meses fueron diferentes estudios sobre el valor de los multiplicadores fiscales, que han resultado ser mucho mayores de lo que inicialmente se pretendía, es decir, los ajustes del presupuesto tuvieron un efecto contractivo muy superior. Pues bien,  ahora merece destacarse un recientísimo artículo aparecido en la plataforma voxEU (imprescindible para quien quiera saber de los avances en la investigación académica sobre la Gran Recesión), que está provocando aplausos y vivas discusiones.

Bajo el título “Panic-driven austerity in the Eurozone and its implications”, uno de los más reconocidos expertos en economía europea, Paul De Grauwe,  y su colega Yumei Ji examinan la secuencia completa de la reciente política económica en la UE y alcanzan algunas conclusiones difícilmente rebatibles. Primero, el motivo fundamental que forzó a poner en marcha de un modo improvisado esa política fue el pánico: la locura de las primas de riesgo desatadas no fue un simple mensajero de disfunciones profundas en la economía, lo que obligaría a llevar adelante los bruscos ajustes, gustara o no, sino que éstos fueron debidos sobre todo al imperio del miedo en los mercados de capitales.

En segundo lugar, también resulta muy convincente su explicación de cómo a lo largo de 2010 y 2011 el BCE siguió una línea de “letal inhibición”, que permitió que aquellos comportamientos irracionales de los inversores acabaran por imponerse en la trayectoria de los mercados. Una discusión interesante en este punto es si lo hizo porque el propio banco central se vio dominado por el pánico, o si fue algo premeditado, con el fin de imponer reformas necesarias en largo plazo a los acreedores: más bien parece que ocurrió esto último. En todo caso, bastó con que el BCE se pusiera a la tarea –por tres veces lo hizo en 2012- para que aquellas patologías desaparecieran en gran parte, y con ello retornara una cierta tranquilidad a los mercados financieros.

Y en tercer lugar, no queda duda de que la intensidad de los ajustes está directamente asociada tanto a la magnitud de la recesión que ahora mismo se vive en el continente, como al agravamiento del problema originario, los desajustes fiscales: los datos que en el estudio se utilizan dejan claro que “cuanto más intensa la austeridad, mayor el aumento del porcentaje de la deuda pública sobre el PIB”. Nada más y nada menos.

Con la aparición de investigaciones rigurosas como la que aquí se comenta, el relato de lo ocurrido en estos años se va haciendo cada vez más completo y coherente. La conclusión inapelable, desde una perspectiva estrictamente económica, es que esa política ha sido, y desgraciadamente todavía es, un disparate. Si a eso se añaden sus perversos efectos sociales y la creciente desmoralización que detectan todas las encuestas, nada que no sea pasar página será aceptable para la política económica europea.  Por eso cada cumbre que pasa sin hacer nada es una oportunidad perdida, que hace más profundo el hoyo de frustración.