lunes, 27 de mayo de 2013

"Imaginar lo inimaginable"

La Voz de Galicia, Mercados, 26-V-2013.
A ORILLAS DE LA CIFRA

Xosé Carlos Arias

                              Imaginar lo inimaginable


¿Qué ocurriría si…?. A lo largo de los últimos años, a quienes nos ocupamos de los poco agradables asuntos económicos con frecuencia nos han lanzado preguntas de ese tipo. ¿Y si fuese necesario nacionalizar grandes bancos por la vía de urgencia?. ¿Y si unas políticas que pudieran tener algún sentido en el largo plazo provocan a corto un colapso?. ¿Qué hacer si se mantiene durante años la restricción de crédito?. Se trata de cuestiones que en algún momento parecieron impensables, pero que finalmente acabaron por convertirse en desgraciadas realidades. Y si echamos la vista un poco más atrás, ¿quién hubiera imaginado, digamos, en junio de 2007, que “todo lo que era sólido”, para utilizar la expresión de Muñoz Molina,  estaría en parte amenazado seis años después?.

Pero hay un interrogante muy específico que se ha venido repitiendo más que ningún otro, y siempre en entornos de ansia o miedo: ¿qué puede pasar si se hunde la eurozona?. La primera respuesta honesta es “ni idea”, no solamente por la ausencia de precedentes –en la historia figuran episodios de hundimiento de uniones monetarias, pero eso fue en el siglo XIX y se refiere a procesos mucho menos ambiciosos-,  sino también, y sobre todo, porque no existe ningún protocolo establecido para una situación así. Se da en este punto una circunstancia altamente paradójica: habiendo una biblioteca entera que trataba de las condiciones para la entrada en el euro (y una prolija colección de normativas comunitarias al respecto), ni una página siquiera cabe consignar, ni un párrafo, que especifique las vías para una eventual salida.

Es obvio que si apenas se pensó en cómo podría ser la salida del euro es porque hace un lustro, al menos en los ambientes oficiales, tal cosa era sencillamente inimaginable. Ahora, sin embargo, la situación es muy diferente, hasta el punto de que, en algunos momentos, el escenario de la desaparición del euro se ha hecho muy verosímil: recuérdese que durante el verano de 2013 se decía, con bastante razón, que en torno a 300 puntos de la prima de riesgo de la deuda soberana española se debía, no a ningún factor específico de nuestro país, sino al riesgo de desaparición de la UEM.  En este entorno, como es lógico, van apareciendo cada vez más estudios que intentan vislumbrar qué podría pasar realmente en esa situación.

Dejando al margen la posibilidad de una explosión totalmente descontrolada –es decir, el sálvese quien pueda, que se levanta como fondo de la peor pesadilla-, si se llegara a una desaparición pactada de la UEM tal y como hoy la entendemos, podría abrirse uno de estos tres escenarios: en primer lugar, la salida de algún país o países, manteniéndose el resto sin grandes cambios (aquí la cuestión clave sería si saldrían los países periféricos, que es lo más probable, o Alemania y sus satélites, que tal y como acaba de afirmar George Soros no puede ser absolutamente descartado). Segundo,  un retroceso hacia un sistema de unificación monetaria blanda, esto es, algo parecido al viejo Sistema Monetario Europeo, que funcionó bastante bien en los años ochenta: se mantendría el euro, pero volverían las antiguas divisas, con una paridad con respecto a aquél estrictamente fijada.  Y en tercer lugar, la habilitación de un sistema de cambios múltiples (algo muy frecuente durante buena parte del siglo XX en muchos países), manteniéndose la paridad del euro para las operaciones financieras, pero permitiéndose otros niveles del tipo de cambio para las comerciales. ¿Resultan convincentes estas posibilidades?. Para nada: mucho habría que improvisar y experimentar para ponerlas en marcha, con resultados más que dudosos. Mejor no tener que llegar a verlo.