martes, 25 de junio de 2013

"Pensiones y esperanza de vida"

La Voz de Galicia, Mercados, 23-VI-2013.
A ORILLAS DE LA CIFRA

Xosé Carlos Arias

       Pensiones y esperanza de vida

El gran debate nacional sobre la reforma del sistema de pensiones está servido.  Y todo apunta a que, después del informe de los expertos no tardará en llegar –algo dulcificada- la decisión política de ajuste de las prestaciones y las condiciones para obtenerlas. Causa cierto estupor que se plantee una reforma tan en profundidad cuando apenas se cumplen dos años de la anterior, de la que habría que recordar fue saludada con entusiasmo por algunos organismos internacionales. La OCDE, por ejemplo, decía en un informe de 2011: “la reciente reforma de las pensiones en España va a mejorar significativamente su sostenibilidad financiera a la largo plazo”.

Pero ya se sabe que el avance de la crisis, y el pánico que trae consigo, cambian todo en muy poco tiempo. El deterioro de los datos es alarmante: si se suele aceptar que para que el sistema sea sostenible son necesarios 2,1 cotizantes por cada pensionista, el último dato conocido es de solamente 1,97 (el máximo conocido, 2,5,  se obtuvo en 2007).  Sin embargo, va contra la lógica basar cambios que tienen una perspectiva de muy largo plazo –nada menos que el año 2050-, en hechos y situaciones extraídos de la coyuntura: la crisis y sus consecuencias sobre la renta y el empleo no son en sí mismas razón suficiente para lanzar la reforma, pues ¿quién se atreve a hacer predicciones sobre el cuadro macroeconómico de 2022 o 2030?. Por lo demás, a corto plazo la reforma de las pensiones podría llegar a tener efectos perniciosos, si añadiera más desánimo aún en la ya colmada bolsa de un amplio sector de la sociedad, y ello trajera consigo una contracción adicional del consumo

Otra cosa es la demografía. En la tendencia al envejecimiento encontramos el principal adversario del sistema público de pensiones en España, y el conjunto de Europa. Y aquí el factor clave es la evolución de la esperanza de vida. Hasta ahora se ha aceptado que el fuerte y benemérito crecimiento experimentado por esa variable en las últimas décadas se mantendrá en el futuro: si para la mujeres, por ejemplo, a partir de los 65 años de la jubilación, era de 22,36 años en 2011, se afirma que en 2050 estará ya en 27,28 años. A partir de este dato, si se quiere evitar la quiebra del sistema, en algún momento habrá que hacer una de estas tres cosas: o se reducen la prestaciones, o se alarga el momento de la jubilación, o se aumentan por otras vías los ingresos del sistema (para lo que, por cierto, en España hay importantes márgenes, aunque de ello apenas se hable).

Pero, ¿realmente debemos tomar lo anterior como un dato irreversible, tal y como hacen la mayoría de los comentaristas?. ¿Se mantendrá en realidad en expansión continua la esperanza de vida?. Desgraciadamente, por primera vez todo empieza a apuntar a una respuesta negativa: la rampante extensión de los niveles de pobreza y, sobre todo, el deterioro en el sistema sanitario público, ya visible, no dejarán de tener consecuencias. Y esto no es una mera especulación truculenta, sino una precisa predicción que recogen ya diversos trabajos científicos (véase por ejemplo el artículo “Will austerity cuts dismantle the Spanish healthcare system?”, en el último número del British Medical Journal). Después de todo, el aumento de la esperanza de vida se debió sobre todo al empuje del Estado de bienestar: si este retrocede, aquélla lo sufrirá. Un dato clave que se no debiera olvidarse, como ahora con frecuencia se hace,  en el debate de las pensiones.