lunes, 30 de diciembre de 2013

"Algunas novedades europeas"

La Voz de Galicia, Mercados, 22-XII-2013.
A ORILLAS DE LA CIFRA

Xosé Carlos Arias

          Algunas novedades europeas

Acostumbrados en los últimos años a que al hablar de Europa desborden las malas noticias (a diferencia, por cierto, de lo ocurrido a lo largo de las dos décadas anteriores), se nos hace raro que coincidan varios fenómenos novedosos que pudieran introducir nuevas y esperanzadoras tendencias en el continente. El caso es que efectivamente hay varios hechos recientes que podrían contribuir a sanear la atmósfera cargada en la vieja Europa. El primero es la inmediata entrada en vigor de algunos aspectos de la Unión Bancaria; es cierto que por el camino este proyecto de largo alcance quedó demediado, al recortarse mucho el ámbito de aplicación de la supervisión bancaria única europea, estando aún los mecanismos de resolución faltos de concreción; pero su simple entrada en vigor supone una pieza imprescindible en tres direcciones: evitar la segmentación bancaria, favorecer la estabilidad financiera y, en último término, completar la unión monetaria. Algo que sin duda debió hacerse unos cuantos años atrás.

La segunda novedad es menos clara, o al menos contiene elementos más discutibles: parece que, al fin, la UEM, ha superado su peligroso juego de los diez negritos, es decir, el proceso de rescates a sucesivos países, en forma de rosario. Cierto que no está descartado un  nuevo rescate a Portugal, pero el hecho de que los hombres de negro hayan abandonado Dublín y todo indique que, contra lo que hasta hace poco parecía inevitable, no vayan a visitar Liubliana, constituye buenas noticias. Otra cosa es, naturalmente,  los destrozos que las imposiciones a menudo exageradas, o incluso arbitrarias, de la troika hayan causado a esos países (lo que sus poblaciones y sus procesos productivos pueden acusar durante años), pero para el conjunto del continente estamos ante un cierto regreso a normalidad que contribuirá a distender el entorno político económico. 

La tercera novedad no se da en el ámbito de la UE, sino en un país concreto, Alemania, pero podría tener apreciables consecuencias sobre el conjunto de la Unión. Se trata de la formación de un gobierno de gran coalición, que ya ha anunciado un viraje significativo en la política económica. La imposición por parte del partido socialdemócrata de un salario mínimo y otras reformas sociales progresivas, no solo cambia diametralmente las prioridades de este partido –que fue quien impuso sus reformas disciplinantes hace una década- sino que debiera significar el final de la política de austeridad generalizada en el conjunto del continente: se ha repetido hasta la desesperación que si todos los países ajustan sus economías al mismo tiempo dentro de una Unión Monetaria, el resultado no puede ser sino el desastre, como efectivamente ha sido; pues bien, en los próximos meses se va a producir una subida significativa de salarios en Alemania, lo que hará que despierte allí un ahora aletargado afán de consumir. Que  se anime aquella economía  en el ámbito interno no puede ser más que un factor de impulso para quienes tanto necesitamos exportar allí nuestros productos.

Pero es que, además, a partir de ahora probablemente se haga más difícil seguir exigiendo a los demás lo que dentro se ha dejado atrás. En particular, ya no podrán los alemanes alegar que ellos experimentan lo mismo en sus propias carnes para insistir en la reducción de salarios, o los recortes indiscriminados de los países de la periferia. Entre otras cosas, porque el salario mínimo alemán casi triplicará el español.  De ahí resultará, más que probablemente, una relajación de la presión sobre los gobiernos de los países de la periferia, hasta el momento inmisericorde. No quiere ello decir que el horizonte de austeridad desaparezca; sólo que se debiera disponer de un modo más gradual y equilibrado. Aunque todo eso habrá que tocarlo para creerlo, no parece que el acuerdo entre Merkel y Gabriel traiga precisamente malas noticias, ni al gobierno de Rajoy ni a los ciudadanos españoles.