A ORILLAS DE LA CIFRA
Xosé Carlos Arias
Yellen versus Draghi
Una buena
noticia para los norteamericanos: durante los próximos años estará al mando de
la Reserva Federal Janet Yellen una economista muy fiable y preparada en
materia de política monetaria y regulación bancaria. Cabe esperar una cierta
línea de continuidad con la política anterior, la famosa flexibilización cuantitativa, que en los últimos años ha inundado
de dólares los mercados financieros de aquel país (hasta el punto de rebautizar
al anterior presidente de la Reserva como helicóptero
Ben Bernanke). Pero esa política –que ha triplicado el balance del banco
central- está ahora mismo muy cerca de exprimir sus últimas posibilidades de
ayudar en el combate a la crisis, y cada vez se extiende más la idea de que sus
beneficios comienzan a ser menores que sus costes.
Entre estos
últimos destaca el fallo de los mecanismos de transmisión hacia la economía
real. Es decir, el bum de liquidez se
ha traducido sobre todo en un gran embolsamiento de medios de pago en los
propios intermediarios financieros, lo que ha dado impulso a inversiones muy
especulativas, y la consiguiente –y preocupante- formación de nuevas burbujas.
Mientras tanto, empresas y consumidores siguen sufriendo, aunque en menor
medida que al comienzo de la crisis, serias dificultades para acceder al
crédito. Pues bien, esa es la gran tarea que espera a Yellen: conseguir que los
mecanismos de transmisión funcionen adecuadamente, para así poder afrontar con
posibilidad de éxito los objetivos que ella misma ha fijado como prioritarios,
el crecimiento económico y el empleo.
La confianza
en Yellen procede de su prestigio como académica (durante muchos años fue
profesora de la Universidad de Berkeley) y su larga trayectoria en la propia
estructura de la Reserva Federal. Pero hay un punto que con justicia se suele
destacar de ella: que hizo atinadas advertencias de lo que se podía venir
encima en 2007, cuando Bernanke o Greenspan se empeñaban en decir todo lo
contrario. En este punto hay un elemento interesante de contraste con el otro
gran banquero central, Mario Draghi, quien era vicepresidente para Europa de
Goldman Sachs justo en el momento en que ese banco de inversión enseñaba al
gobierno griego a manipular su contabilidad nacional sin que se notara
demasiado.
Es verdad que
Draghi se ha redimido en gran medida durante el último año, con sus esfuerzos
reales para evitar la debacle del euro. Pero la aparición rutilante de Janet
Yellen marca una excepción en las tendencias generales en cuanto a la
procedencia de los banqueros centrales, los cuales suelen llegar directamente
de las cúpulas de grandes bancos; un asunto de importancia, pues pone en
cuestión su supuesto principio de independencia (porque podrán ser
independientes de los gobiernos, pero, ¿de los bancos?). De hecho, en los
últimas semanas, el propio Draghi está siendo muy cuestionado debido a las
evidencias crecientes de trato de favor a los bancos de su propio país de cara
a la definición de nuevas reglas europeas para el sector.
En cualquier
caso, el contraste entre Yellen y Draghi debe ser relativizado, porque sus
respectivos pasados o sus competencias profesionales pesan mucho menos que las
estructuras en que se mueven y las reglas que los rigen. Y ahí hay una diferencia
crucial: mientras que los estatutos de la Reserva Federal aúnan los objetivos
de estabilidad de precios y crecimiento, los tratados europeos confieren al BCE
la única tarea de combatir la inflación. Dada la entidad de nuestros problemas,
necesitamos cambiar esto último, lo que no va a ser fácil. Con eso, pero
también y con Janet Yellen, los norteamericanos nos sacan ahora notable
ventaja.