A ORILLAS DE LA CIFRA
Xosé Carlos Arias
Incertidumbres de otoño
Las asambleas
generales del Fondo Monetario son buenas ocasiones para el recuento de
problemas pendientes, y también para echar la vista hacia delante con el fin de
atisbar los escenarios económicos que nos esperan. En relación con citas
anteriores el ambiente de los debates parece haber cambiado en algunos puntos.
El más importante es que el centro principal de las preocupaciones se está
desplazando desde la eurozona –que sale lenta y dubitativamente de su segunda
recesión en cuatro años- hacia otras regiones: por motivos diferentes, son los
países emergentes y Estados Unidos los que ahora mismo causan mayores dolores
de cabeza.
En el caso
norteamericano, provoca temor su enésimo episodio de abismo fiscal, con la
amenaza del desnortado partido republicano
de permitir la insolvencia del país el próximo día 17 si el gobierno no se
somete a sus chantajes. Aunque efectivamente sea difícil exagerar las
consecuencias funestas que algo así traería consigo, lo previsible es que se
encuentre alguna vía de arreglo cuando el vencimiento esté próximo: el problema
parece por tanto muy de corto plazo, pero es verdad que ese continuo caminar al
borde del abismo causa estupor si se observa con perspectivas de futuro. Con
todo, la incógnita norteamericana está mucho más centrada en la retirada de los
estímulos monetarios. Una retirada que parece inevitable, ya que después de
tanto tiempo de vigencia los costes de esa política empiezan a ser ya tan
elevados como sus beneficios; el problema está en que la estrategia monetaria
ultraexpansiva ha sido en todo este tiempo casi la única herramienta para
combatir la contracción, no estando para nada definida una alternativa para
sustituirla. Un error en el ritmo
de repliegue de los estímulos probablemente causaría una catástrofe, lo que
explica las dudas y contradicciones que al respecto están mostrando los
dirigentes de la Reserva Federal.
La otra gran
fuente de inquietud está en el mundo emergente: si en los últimos años esos
países han sido mucho más solución que problema, la situación podría estar
cambiando rápidamente, en parte por razones que tienen que ver con el párrafo
anterior: la abundancia de liquidez de origen norteamericano favoreció el bum inversor en esos mercados, lo que
ahora parece estar revirtiendo con consecuencias graves. En todo caso, las
tasas de crecimiento que han conocido recientemente indios, chinos o brasileños
quedan atrás para una buena temporada, lo que no dejará de tener efectos para
el resto del mundo.
¿Y Europa?.
La desaparición del riesgo de colapso súbito del euro, gracias a la acción del
BCE, ha reducido mucho el grado de incertidumbre, lo que ahora además se ve
complementado por la evaporación en Italia, al menos a corto plazo, del riesgo Berlusconi, y por la formación en
Alemania de un gobierno de gran coalición; todo lo cual puede no obstante verse
sacudido en cualquier momento por nuevos desarreglos, como el que podría
provocar un tercer rescate de Grecia. No es mala cosa un tiempo de relativa tranquilidad, pero no
estaría mal que los europeos –sobre todo los de la periferia- recordaran que la
estabilización que viene solo trae dosis homeopáticas de crecimiento: Y que
recuperación, lo que se dice recuperación, no la veremos hasta finales de esta
década. Seguro que eso nos lo recuerda estos días, desde Washington, el FMI.