A ORILLAS DE LA CIFRA
Xosé Carlos Arias
Inflación cero: ¿bendición o amenaza?
El último
registro de la tasa de inflación en España ha sido del -0,1 por ciento, es
decir, muy próxima a lo que en algún momento pudo parecer un sueño: la inflación
cero. Algunos analistas y, desde luego, el gobierno han interpretado este dato
como uno más entre los que supuestamente indican que la economía está tomando
al fin el rumbo hacia una efectiva recuperación. Y es verdad que la ausencia de
inflación trae consigo ventajas indudables, como favorecer la capacidad
adquisitiva de los salarios. Más importante aún que la tasa en sí misma es la
llamada inflación diferencial (es decir, la diferencia con la evolución de los
precios de los países con los que se negocia y compite). Es bien sabido que el
diferencial de la inflación española en relación con la media europea (de en
torno a un punto, mantenido bastante continuamente desde 1986), ha sido un
obstáculo para nuestra capacidad competitiva en los mercados del continente.
Con los últimos datos la situación se ha invertido (0,8 por ciento, menor en
España), lo que no le vendrá mal a nuestras exportaciones. Buenas noticias,
pues. Pero, ¿son realmente noticias buenas?.
Pues
seguramente no. Lo que antes de 2008 se admitiría sin mucha discusión, ahora se
ve de otro modo, porque el entorno general de los problemas económicos es muy
diferente. De hecho, en las últimas semanas más bien oímos hablar con
preocupación de la posibilidad de que estemos entrando en la senda opuesta, la
de la deflación. Para el caso de España lo acaba de advertir el Fondo
Monetario, y para el conjunto europeo, la reciente y excepcional decisión del
BCE de bajar los tipos de interés ha sido interpretada de inmediato como una
consecuencia de que, efectivamente, el miedo a la deflación está llegando a
Francfort. Un fenómeno, la deflación, muy raro desde los años treinta del siglo
pasado, pero con el cual una economía importante, la japonesa, se ha acostumbrado a vivir desde hace más de una
década.
Pero,
realmente, ¿por qué es mala la caída sistemática de los precios?. Más aún: ¿por
qué puede representar un problema peor que el de su subida?. Básicamente, por
lo que tiene de síntoma: el capitalismo es un sistema que, por su dinámica
interna, requiere un cierto crecimiento de los precios (la clave está en
conseguir que este no se vaya de las manos); si ello no ocurre, lo más probable
es que estemos ante tendencias profundas al estancamiento, que es justamente lo
que se teme ahora en Europa. De hecho, pensando en España, el dato de
decrecimiento del IPC es consistente con algunos otros que pasan desapercibidos,
pero que dan una idea bastante clara de hasta dónde llega la atonía de nuestra
economía interna: según los últimos datos del ministerio de Industria, entre
enero y octubre el consumo de electricidad ha caído un 2,3 por ciento, y la
utilización de la capacidad productiva se ha reducido hasta el 72,5 por
ciento.
Pero no es
sólo lo que tiene de revelador de tendencias económicas profundas. Un escenario
deflacionista puede ser el peor posible para resolver algunos de nuestros
principales problemas, sobre todo la gran bolsa de deuda privada y pública: con
caída de precios el servicio de la deuda se haría más difícil, y podría ser
imposible sin un crecimiento significativo. Es por eso por lo que economistas
importantes, como Olivier Blanchard o Ken Rogoff, abogan hoy por tasas de
inflación de entorno al 4 % (un artículo muy influyente de Lawrence Ball se
titula precisamente “The case for 4% inflation”, 2013).
Decididamente,
no nos gusta pagar más por lo que compramos, pero la inflación cero –acaso
camino hacia la deflación- podría ser una muy mala noticia.