A ORILLAS DE LA CIFRA
Xosé Carlos Arias
Zapatero, Solbes y una carta del
BCE
¿Batalla de
egos?. ¿Intentos de justificación ante la historia?. ¿O tal vez sencillamente
la búsqueda un tanto peripatética del perdido lugar al sol?. La publicación casi
simultánea de los libros del expresidente Zapatero y su ministro Solbes, están
provocando una inesperada cascada de polémicas sobre el contenido de las
políticas económicas de la primera fase de la actual crisis. Como suele ocurrir
en estos casos, el resultado es que ninguno de ellos parece salir bien de la
querella. Particularmente chocante es la reaparición de Pedro Solbes, quien se
desata ahora con ácidas criticas a la política ultraexpansiva que él mismo puso
en marcha, parece que contra su voluntad, en el otoño de 2008. En realidad, esa
crítica sería coherente con el relato que ha acabado por imponerse sobre el
origen de nuestros desastres, según el cual las alegrías irresponsables del
gasto en 2008-2009 fueron la causa de los desastres posteriores.
La verdad es
más compleja. Ciertamente, Rodríguez Zapatero y el propio Solbes tuvieron una
responsabilidad en el origen de la crisis. Pero hoy sabemos que esta no estuvo
tanto en sus improvisaciones de 2008, como en su gestión durante los años de
bonanza: por entonces, ambos obtuvieron sin duda algunos resultados positivos
que merecen reconocimiento –como el superávit presupuestario de 2007-, pero
cometieron el gravísimo error de no cambiar un modelo de crecimiento productivo
que llevaba al desastre (lo que su partido prometió hacer en el programa
electoral de 2004).
Que el
gobierno estaba en 2008 petrificado es una evidencia. Pero en su descargo hay
que decir que lo mismo le ocurría a casi todos los líderes políticos mundiales
en ese momento (quizá únicamente el primer ministro británico, Gordon Brown, se
dio cuenta de lo que se venía encima). Después del accidente de Lehman
Brothers, el uso de cualquier medio para intentar detener el derrumbe fue común
a casi todos los gobiernos, y de hecho ése fue el principal mensaje salido de
la reunión del G-20 en Washington. En Estados Unidos, por ejemplo, se puso por
entonces en marcha la American Recovery
and Reinvestment Act, que se parecía mucho al plan de estímulos fiscales
del gobierno español. De esos programas cabe decir que, debido a su
improvisación, cometieron múltiples errores y tuvieron efectos colaterales
nefastos… y sin embargo en aquellas circunstancias eran inevitables: para el
caso norteamericano, tal y como muestra el macroeconomista Alan Blinder en su
último libro (After the Music Stopped,
Penguin, 2013) sin esa política la economía de aquel país habría colapsado en
2009.
Con todo,
queda claro el desconcierto de Zapatero en esos años, cuando no hacía más que
dejarse llevar por la corriente internacional; sobre todo –él mismo lo
documenta en su libro- a partir del momento en que se vio obligado a cambiar la
dirección de su política, en mayo de 2010. Lo más interesante –quizá lo único-
de su libro, está en la famosa carta del entonces presidente del BCE, J.C.
Trichet, que por fin se ha hecho pública: lo destacable de ella no es tanto que
deje en evidencia nuestra “soberanía limitada” (que de algún modo es inevitable
dentro de una unión monetaria), sino que hace ver lo peor de algunos bancos
centrales muy “independientes”, los cuales imponen arrogantemente sus dicterios
tecnocráticos por encima de los órganos legítimamente elegidos. En esa carta se
formula del modo más descarnado una especie de chantaje: aplica el programa de
austeridad sin matices, si quieres que yo actúe como prestamista de último
recurso (lo que debiera ser mi obligación en todo caso). El daño a la economía
ha sido innegable, en la forma de la segunda recesión dentro de la crisis. Pero
lo peor quizá sea el mal causado a nuestra autoestima como país democrático.