A ORILLAS DE LA CIFRA
Xosé Carlos Arias
El olvidado debate de los eurobonos
Entre las
muchas controversias originadas en Europa durante los últimos años que no han
llevado a ningún lugar concreto, destaca la de los eurobonos. ¿Quién se acuerda
ahora mismo, fuera de los círculos académicos, de la propuesta de ponerlos en
circulación?. Recordemos que hace apenas un año los gobiernos de algunos de los
principales países defendían su implantación casi inmediata, al igual que
ciertos dirigentes de la propia UE. La definición de un modelo de emisión de
deuda mancomunada para el conjunto de los países del euro, junto con una
genuina Unión Bancaria que permitiera a una única instancia, como el BCE,
regular y supervisar a las entidades financieras del continente, parecían a
muchos los mecanismos adecuados para completar una unión monetaria cuyas
deficiencias institucionales la gran crisis ha mostrado con creces.
Es bien
sabido, sin embargo, que el horror que estas propuestas causaron en una parte
importante de la opinión pública alemana –convenientemente agitada por
periódicos como Bilt y economistas de
escasa visión paneuropea, como Hans-Werner Sinn- llevaron al gobierno de aquel
país a encerrase en el célebre nein,
que ha acabado por bloquear en profundidad la imprescindible reforma
institucional de la UEM. Todo lo cual ha sido posible por la inanidad de la
Comisión Europea, que a pesar de que en algún momento pareció apuntarse a
algunas de esas propuestas, nunca actuó en consecuencia para defenderlas.
La
persistencia de esa situación de bloqueo hizo temer por la propia continuidad
del euro, lo que forzó a la célebre intervención de urgencia del BCE de hace
exactamente un año: es evidente que el programa de compra de activos por el
banco central ha evitado el colapso, prestando con ello un impagable servicio a
la economía europea. Pero hay que
recordar que esa línea de actuación también ha originado enormes críticas en
Alemania, empezando por las del Bundesbank, hasta el punto de ser debatida su
anulación por la Corte Constitucional de Karslruhe (recientemente un manifiesto
de cien destacados economistas europeos, muchos de ellos alemanes, lo han
defendido y exigido su mantenimiento). Hay que reconocer, sin embargo, que ese
tipo de operaciones tienen un límite: porque no encajan en la definición
estatutaria del propio BCE y, sobre todo, porque una política monetaria de ese
carácter sólo puede ser mantenida durante un tiempo, y no de forma indefinida.
Lo anterior
quiere decir que o se encuentra rápidamente otro sustitutivo, que ahora mismo
no se atisba cual pudiera ser, … o el debate sobre los eurobonos no tardará en
regresar. Todo lo matizado que se quiera –por ejemplo, incluyendo límites
claros e intraspasables, con mecanismos de control reforzados, para los tramos
de deuda europea-, pero poco a poco retornará. El nuevo panorama político
alemán a partir de octubre pudiera favorecerlo, aunque es cierto que cualquier
cosa que suene a una demonizada
“unión de transferencias” se hace difícil de asumir por los dirigentes
políticos de cualquier tendencia en aquel país. Con todo, la desaparición del factor de presión electoral
debiera permitir un cierto viraje en la política económica europea (al menos en
eso parecen confiar otros gobiernos, como el español). Sería un buen momento
para recuperar algunos debates cerrados en falso.