A ORILLAS DE LA CIFRA
Xosé Carlos Arias
Imaginar lo inimaginable
¿Qué
ocurriría si…?. A lo largo de los últimos años, a quienes nos ocupamos de los
poco agradables asuntos económicos con frecuencia nos han lanzado preguntas de
ese tipo. ¿Y si fuese necesario nacionalizar grandes bancos por la vía de
urgencia?. ¿Y si unas políticas que pudieran tener algún sentido en el largo
plazo provocan a corto un colapso?. ¿Qué hacer si se mantiene durante años la
restricción de crédito?. Se trata de cuestiones que en algún momento parecieron
impensables, pero que finalmente acabaron por convertirse en desgraciadas
realidades. Y si echamos la vista un poco más atrás, ¿quién hubiera imaginado,
digamos, en junio de 2007, que “todo lo que era sólido”, para utilizar la
expresión de Muñoz Molina, estaría
en parte amenazado seis años después?.
Pero hay un
interrogante muy específico que se ha venido repitiendo más que ningún otro, y
siempre en entornos de ansia o miedo: ¿qué puede pasar si se hunde la eurozona?.
La primera respuesta honesta es “ni idea”, no solamente por la ausencia de
precedentes –en la historia figuran episodios de hundimiento de uniones
monetarias, pero eso fue en el siglo XIX y se refiere a procesos mucho menos
ambiciosos-, sino también, y sobre
todo, porque no existe ningún protocolo establecido para una situación así. Se
da en este punto una circunstancia altamente paradójica: habiendo una
biblioteca entera que trataba de las condiciones para la entrada en el euro (y
una prolija colección de normativas comunitarias al respecto), ni una página
siquiera cabe consignar, ni un párrafo, que especifique las vías para una
eventual salida.
Es obvio que
si apenas se pensó en cómo podría ser la salida del euro es porque hace un
lustro, al menos en los ambientes oficiales, tal cosa era sencillamente
inimaginable. Ahora, sin embargo, la situación es muy diferente, hasta el punto
de que, en algunos momentos, el escenario de la desaparición del euro se ha
hecho muy verosímil: recuérdese que durante el verano de 2013 se decía, con
bastante razón, que en torno a 300 puntos de la prima de riesgo de la deuda
soberana española se debía, no a ningún factor específico de nuestro país, sino
al riesgo de desaparición de la UEM.
En este entorno, como es lógico, van apareciendo cada vez más estudios
que intentan vislumbrar qué podría pasar realmente en esa situación.
Dejando al
margen la posibilidad de una explosión totalmente descontrolada –es decir, el
sálvese quien pueda, que se levanta como fondo de la peor pesadilla-, si se
llegara a una desaparición pactada de la UEM tal y como hoy la entendemos,
podría abrirse uno de estos tres escenarios: en primer lugar, la salida de
algún país o países, manteniéndose el resto sin grandes cambios (aquí la
cuestión clave sería si saldrían los países periféricos, que es lo más
probable, o Alemania y sus satélites, que tal y como acaba de afirmar George
Soros no puede ser absolutamente descartado). Segundo, un retroceso hacia un sistema de unificación monetaria blanda, esto es,
algo parecido al viejo Sistema Monetario Europeo, que funcionó bastante bien en
los años ochenta: se mantendría el euro, pero volverían las antiguas divisas,
con una paridad con respecto a aquél estrictamente fijada. Y en tercer lugar, la habilitación de
un sistema de cambios múltiples (algo muy frecuente durante buena parte del
siglo XX en muchos países), manteniéndose la paridad del euro para las
operaciones financieras, pero permitiéndose otros niveles del tipo de cambio
para las comerciales. ¿Resultan convincentes estas posibilidades?. Para nada:
mucho habría que improvisar y experimentar para ponerlas en marcha, con
resultados más que dudosos. Mejor no tener que llegar a verlo.