lunes, 11 de febrero de 2013

"Revisionismos de largo alcance"

"Revisionismos de largo alcance", La Voz de Galicia, Mercados, 13-I-2013

A ORILLAS DE LA CIFRA

Xosé Carlos Arias

       Revisionismos de largo alcance

Hace un par de décadas, cuando alguien aludía al dogma económico ultraliberal y su aplicación impenitente a las políticas económicas nacionales –sobre todo en los países del por entonces llamado Tercer Mundo-, inmediatamente se pensaba en las dos grandes agencias multilaterales de la Avenida Pensilvania, en la ciudad de Washington: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Pues bien, ya en los años noventa esta última organización se fue distanciando del recetario simple (no por casualidad llamado Consenso de Washington) que se recomendaba y con frecuencia se imponía a los países que requerían financiación: liberalización, privatización, desregulación, sector público mínimo. Tras el nombramiento de Joseph Stiglitz como economista jefe del Banco, la visión y la agenda de éste cambiaron, abriéndose a la idea de que la calidad institucional, el capital humano y las condiciones de la distribución de la renta importan, y mucho, en el camino hacia el crecimiento y el desarrollo.
El FMI, sin embargo, apenas modificó su discurso hasta hace muy poco tiempo, manteniéndose de hecho como el gran baluarte del pensamiento económico más tópicamente ortodoxo. Durante todo ese tiempo, sus equipos de estudios equiparon de argumentos a las tendencias que efectivamente llevaron a la construcción del capitalismo hiperfinanciero que está en el origen de la actual cadena de desgracias. Esos argumentos no dejaban espacio para la duda: por ejemplo, la desregulación bancaria o la apertura generalizada de la cuenta de capital eran condiciones inexcusables para el crecimiento; y en otro ámbito, los ajustes fiscales favorecían de un modo continuado la expansión. 
Pero en los últimos años la experiencia durísima de esta crisis también está haciendo cambiar al Fondo. En ese sentido, es de justicia reconocer el papel jugado por Dominique Strauss-Kahn como director gerente, que nada tiene que ver con las rijosas actividades por las que probablemente será recordado. El llevó al organismo, en condición de responsable de investigación, al macroeconomista francés Olivier Blanchard, con quien la piel del FMI está mudando en algunos importantes aspectos (sobre todo en los de carácter intelectual; no tanto, desde luego, en los resolutivos).
Cabe recordar que el propio Blanchard se movía en 2007 en ámbitos académicos plenamente ortodoxos: aun procediendo del keynesianismo, escribió en ese año un artículo (“El estado actual de la macroeconomía”) que venía a sentenciar que ya, por fin,  se había llegado a un consenso en la teoría económica en torno a ideas que destacaban la estabilidad indefinida, la plena racionalidad, la política mínima. Y sin embargo, ya en sus nuevas funciones institucionales, Blanchard y su equipo supieron apartarse rápidamente de esas ideas, cuando en documentos como el ya famoso “Rethinking Macroeconomic Policies” dieron un viraje importante a la visión de la política económica que había predominado en las décadas precedentes, y se abrieron al reconocimiento de la necesidad de políticas activas, ambiciosas y cambiantes.
Quizá más notable aún ha sido la transformación del discurso en materia de apertura de la cuenta de capital, en torno a lo cual, como ya he sugerido, el Fondo fue durante mucho tiempo el principal impulsor de la máxima liberalización. Para sorpresa de casi todos, en una sucesión de documentos –desde el inicial, significativamente titulado “Capital Inflows: The Role of Controls”, 2010-  su equipo de investigación ha ido generando argumentos en favor de una cierta recuperación de los controles de capital transnacionales, lo que en sí mismo constituye una advertencia clara de que esos controles seguramente se acabarán imponiendo más pronto que tarde. Lo que llevará a un mundo bastante diferente en las finanzas globales, con una mayor segmentación de los mercados.
Por último, en los últimos meses, el propio Blanchard ha firmado varios trabajos que impugnan expresamente las ideas antes aceptadas por el FMI de una supuesta “austeridad expansiva”: su revision delvalor de los multiplicadores fiscales no es original (otros economistas importantes lo venían diciendo ya), pero si particularmente significativa por venir de quien vienen: resulta que políticas de recortes presupuestarios como las practicadas actualmente en Europa no tiene efectos contractivos menores, como el Fondo decía hace un par de años (estimando un valor 0,5 del multiplicador), sino inmensos (el valor 1,5 que ahora le asigna). En un trabajo recientísimo (“Errores en la previsión de crecimiento y multiplicadores fiscales”, 2013), Olivier Blanchard y Daniel Leigh dejan claro que la voluntad de revisión del Fondo –al menos en sus entes pensantes- va más allá de lo que hace poco tiempo podíamos imaginar.
Una pregunta queda en el aire: estos intentos de superar inercias doctrinales que han durado demasiado tiempo, ¿son de largo alcance o solo flor de un día?. Y si fuese lo primero –tal y como yo creo- ¿a qué esperan algunos organismos europeos –gobiernos, bancos centrales, think tanks- para ha